Castilla y Leon

Entrevista a Néstor López y Carlos Valle, directores del corto documental con más opciones en los Goya

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El cortometraje documental «Semillas de Kivu» pone sobre la mesa uno de los mayores genocidios de la historia agravado por hechos tan graves como la violación a mujeres, en algunos casos menores, utilizado como arma de guerra. Denis Mukwege, ginecólogo y Premio Nobel de la Paz, es el protagonista de esta película cuya visibilidad es fundamental para proteger su vida y propiciar la reinserción en sus comunidades de millones de madres que deciden dar a luz a los hijos de sus agresores en el icónico Hospital Panzi de la República Democrática del Congo. El cortometraje, que obtuvo el Premio Abycine-Amnistia Internacional, aspira a la nominación en los Premios Goya en la categoría de ‘Mejor Cortometraje Documental’. Hoy entrevistamos a sus directores: el leonés Néstor López y Carlos Valle.

El título del documental, «Semillas de Kivu», transmite una idea de esperanza. ¿Cómo llegasteis a este concepto y cómo lograsteis reflejarlo en un contexto tan devastador como el del Congo?

Néstor: Llegamos a este concepto después de trabajar en la investigación durante un tiempo. A medida que fuimos profundizando veíamos que la parte vital de la sociedad era femenina, que la parte activa y productiva eran ellas, que de ellas nacía todo y moría todo. Ellas y sus hijos no consentidos son semillas donde aflora un acto de resistencia cuando decides florecer la semilla con amor y salir adelante.

En algún momento habéis mencionado que, al llegar al hospital de Panzi, os impactó ver a tantas mujeres conviviendo en el jardín, un espacio que describís como una burbuja de paz. ¿Cómo influyó esa imagen en la narrativa final del documental?

Carlos: Fue algo de lo más impactante que vivimos. Tras recorrer kilómetros de tierra hermosa devastada y convivir con la tensión del lugar llegar allí y ver un refugio de paz con cientos de mujeres luchando por recuperarse fue algo que provoco que tomara un espacio importante en el documental, paso a ser el eje neurálgico de la historia.

Inicialmente, el proyecto se centraba en Denis Mukwege. ¿En qué momento decidisteis que las protagonistas debían ser las mujeres y cómo cambió esto el enfoque del documental?

Néstor: En realidad centrarnos en Denis fue una idea muy inicial, como germen. Rápidamente, tras la investigación, fuimos viendo que la historia de Denis era importante como voz autorizada y contexto, pero que las protagonistas tenían que ser ellas, Neema, Charlotte, Aline, Njota, porque lo que queríamos contar era el acto de resistenciaa la guerra por el mero hecho de salir adelante. Eso era lo que ellas reflejaban, hacíamos más justicia a nuestro punto de vista poniendo el foco en ellas.

¿Cómo fue el proceso de rodaje? ¿Qué retos enfrentasteis al filmar en la República Democrática del Congo?

Carlos: Era vivir en tension las 24 horas, muchos desplazamientos con peligro, parte del rodaje de noche, accediendo por zonas contrarias donde se suponía que no estaba activa la zona de guerra… era difícil. Aparte de esto, uno de los grandes retos era convivir con la falta de electricidad. Disponíamos de una pequeña placa solar que en seguida se agotaba, dejamos de calentar el agua el segundo día para poder volcar el material y cargar el ordenador o las baterías de las cámaras. Pero no era suficiente y teníamos que ir aprovechando cualquier generador o placa solar que encontrábamos por el camino.

Néstor: El equipo local fue imprescindible, construimos la historia con ellos, muchas decisiones fueron conjuntas. Además la produccion era totalmente local, así como la accesibilidad y el trabajo de campo. Vitales. Aladin, Pascale, Crispin, Mama Esther, Denis… ellos son el equipo.

¿Cómo preparabais a las mujeres protagonistas para compartir sus historias frente a la cámara?

Néstor: La preparación con las mujeres no es fácil. El otro día en la premiere del corto, un responsable de Médicos Sin Fronteras nos dijo que ellos en el Hospital de Panzi no lograban que las mujeres hablaran, que es realmente difícil, y efectivamente lo es. Nosotros hemos conseguido algo realmente complicado, que es que se abran ante la historia para contarlo todo. Esto es el cúmulo de trabajo de varios años, con el equipo local que nos ayuda a ir generando con el paso de los días confianza y nosotros trabajamos primero esa confianza, que entiendan que no somos periodistas, que no buscamos el amarillismo ni aprovecharnos de nadie. Te tienen que ver meterte en el barro, y nos metimos. Luego tienes que darlas el espacio que necesiten, y tienes que lograr que entiendan que tú estás allí para construir una película, para buscar la belleza que existe en contraposición del horror. Cuando entienden eso, van adelante con lo que haga falta. En cuanto al ambiente de trabajo éramos poca gente, y sobre todo pocos locales, ya que ante nosotros sienten menos vergüenza, así aseguramos respeto y cuidado. Nos hicimos amigos, y a partir de ahí, todo fluye.

Carlos: El enfoque se mantuvo bastante puro en general, lógicamente encontramos cosas que hicieron mutar la idea pero logramos acercarnos bastante, fueron muchos años previos de trabajo. Nos impacto especialmente encontrar a 550 mujeres recibiendo ayuda médica, el hospital hace un trabajo titánico, se matan a trabajar, y aún así no dan abasto a las solicitudes y cuando ya no hay sitio en el hospital duermen en lugares aledaños, ocupando los espacios que pueden. En el documental hay un momento que Charlotte mete una colchoneta debajo de una cama y se echa ahí. Es realmente el lugar donde duerme. No hay sitio para todas. Necesitan ayuda, el hospital no da más abasto. Y en el documental no hay nada que no sea cierto.

Aunque Denis Mukwege no es actor, ¿Cómo trabajasteis con él para que su presencia en cámara fuera tan auténtica y conmovedora?

Carlos: Bueno,  el doctor es una figura internacional, lo lleva de serie, así que en realidad fue sencillo. Conocíamos muy bien su discurso y lo que piensa, hemos visto, leído y oído todo el material que existe sobre él, así que supimos como enfocar las preguntas. En cuanto a su día a día, eso fue más difícil. Ganarnos su confianza fue especialmente difícil ya que está acostumbrado a que no todos los que van tengan la sensibilidad adecuada para el respeto de las personas. Tuvimos que enseñarle planos y material, cuando los vio decía que eran muy bellos, se sorprendía por el respeto con el que filmábamos, nos felicito. Entendió que éramos cineastas y a partir de ahí fuimos uno.

El documental evita mostrar imágenes explícitas de los quirófanos y se enfoca en el proceso de recuperación emocional y social de las mujeres. ¿Qué desafíos enfrentasteis al decidir qué aspectos de sus historias incluir o dejar fuera?

Néstor: Tenemos más de 30 horas de material. Hemos usado 29 minutos. Eso significa que hemos dejado fuera material valioso priorizando la narrativa. Las decisiones de qué introducir y qué no se tomaron en montaje especialmente. Aunque la idea de no meter quirófanos o de no profundizar en la reconstrucción física es más que nada artística, nos interesa más la recuperacion psicológica, la reinserción social o el como convivir con la violencia que los procesos médicos, que se sobre entienden en el documental con la escena de la consulta médica en 40 segundos.

En un contexto de violencia sexual utilizada como arma de guerra, ¿Cómo lograsteis que las mujeres confiasen en ustedes para contar sus historias más dolorosas frente a la cámara?

Néstor: Como decíamos antes, la confianza se trabaja. Años antes de viajar ya empezamos a trabajarla a través de la investigación. La rigurosidad de nuestra investigación nos ha permitido conocer bien los casos, tipificarlos, saber como enfrentarnos a ellos, entender a las víctimas y saber leerlas bien, en definitiva, nos ha ejercitado la empatía suficiente para que la confianza y la cercanía fuera real y no impostada. Íbamos preparados, junto a Aladin, excelentísima persona y nuestro fixer en la zona, logramos poco a poco hacerlas entender que nuestro objetivo era retratarlas como las veíamos, como pura admiración de alguien que decide vivir y que se convierte en resistencia a la violencia. Se dice pronto.

El conflicto y sus consecuencias son profundamente desconocidos en países como España. ¿Qué impacto esperáis generar con «Semillas de Kivu» para sensibilizar a la audiencia sobre esta crisis humanitaria?

Carlos: Somos cineastas, y como cineastas nuestro trabajo es usar la mirada, aquí hacemos lo mismo. Queremos que se mire hacia aquí, que entres un rato en este mundo y descubras que todo en el mundo está conectado, que no es ajeno ni lejano. Traerlo a España, a Europa, es vital, porque no podemos quedarnos sin hacer nada, necesitamos repensar todo.

El documental muestra tanto el sufrimiento como la resiliencia de las protagonistas. ¿Qué aprendizaje os llevais tras haber trabajado en este proyecto?

Néstor: Que siempre merece la pena seguir adelante. Que siempre merece la pena seguir viviendo y criar y vivir con amor a los tuyos, por mucha violencia que exista, siempre merecerá la pena.

El hospital de Panzi no solo reconstruye físicamente a las víctimas, sino que también busca sanar heridas psicológicas y sociales. ¿Qué aspectos de este enfoque integral queríais destacar en la narrativa?

Néstor: Es la parte más importante del documental, es realmente donde se sitúa la historia, justo antes de su reinserción social. Quisimos destacar las contradicciones de las que han sufrido tal nivel de violencia, desde la culpabilidad, hasta la resiliencia o hasta el odio a ti misma, que al final es la pura humanidad, pero que finalmente haces lo posible por decidir que no es el fin del mundo y seguir con tu vida. Al final, queríamos indagar en el como es posible convivir con el trauma cuando tienes un bebé fruto de esa violencia y al que cuidar cada día.

Sabemos que una de las mayores barreras para filmar fue el respeto y la protección hacia las víctimas. ¿Cómo conseguisteis equilibrar esta sensibilidad con la necesidad de documentar la realidad para el público?

Néstor: Montaje, montaje y montaje. Guion, guion y guion. Ese equilibrio es buscado desde el principio. En montaje fuimos probando y testeando con gente de confianza y cineastas cercanos como funcionaba ese equilibrio, hasta que sentimos que lo habíamos logrado.

Carlos: La realidad de la historia es absoluta, todo es cierto, la propia historia real es tan impactante que hemos tenido que medir como lo contamos para que el impacto sea real, pero que la gente sienta que necesita verlo.

 

Tras su estreno y las nominaciones que ha recibido, ¿Qué pasos planeáis dar para que este documental tenga un impacto más allá de los festivales y alcance a comunidades o instituciones clave?

Carlos: Ya estamos trabajando en ello. Tenemos proyecciones confirmadas en instituciones internacionales de alta importancia política. También tenemos una agencia francesa trabajando por su visibilidad en Europa y en universidades e instituciones relevantes, más todo el trabajo que estamos realizando con asociaciones.

¿Qué expectativas tenéis para los Premios Goya y su impacto en la visibilidad del documental? ¿Planeáis expandir esta historia en un largometraje o serie documental?

Carlos: Actualmente estamos en la shorlist de Goya a Mejor Cortometraje Documental. Entrar nominados nos daría una visibilidad multiplicadora, que es lo que la historia merece. Cambiaría la vida del corto y la vida de más personas. De expectativas no sabemos, pero las reacciones están siendo increíbles, nunca nos habían recibido tan bien.

Néstor: El proyecto se expandirá, estamos luchando el largometraje, ya llevamos varios años trabajando allí y seguiremos, aunque la historia sea otra cosa y otros protagonistas, el universo del que partimos es este mismo conflicto.

Cómo directores, ¿Cómo lograsteis equilibrar el tono emocional de la película sin caer en el sensacionalismo? ¿Qué aspectos del documental se modificaron en la edición para reforzar el mensaje que querían transmitir?

Carlos:  Ese equilibrio es lo que decíamos antes, montaje y guion. Y testear cuando había dudas.

Néstor: En el documental se modifica el orden de las cosas para construir una narrativa y que se entiendan las cosas. Hubo 17 versiones de montaje hasta que lo encontramos.

¿Cuáles fueron las decisiones más difíciles que tuvisteis que tomar durante el proceso creativo?

Néstor: Qué dejar fuera. Con tanto material tan valioso, decidir qué dejar fuera es realmente duro. Por suerte, nuestra montadora, Cristina otero, no tenía apego al material y aportaba mucha luz sobre qué escenas incluir y cuáles no. Y luego probamos todas las opciones posibles. Creo que no hubo una sola opcion que no probáramos. Ese trabajo se nota en la obra, todo fluye, la película viaja hacia varios sitios.

¿Hay alguna anécdota detrás de cámaras que haya marcado al equipo durante la grabación?

Carlos: Muchas. Si tuviéramos que elegir una sería cuando tuvimos que salir corriendo de Essance, el barrio más peligroso de Bukavu. Fuimos con cámara oculta a buscar a menores que vivían en contexto de prostitución, ya que muchas no llegan al hospital. Allí nos esperaban muchos hombres fuera que intentaron agredirnos, tuvimos que salir corriendo como pudimos esquivando lo que nos tiraban.

¿Qué momento del rodaje resultó ser completamente inesperado o improvisado?

Néstor: El acceso al país, en el último viaje, ya que hicimos varios, fue vestidos de misioneros, ya que siendo cineastas y con un material como el que llevábamos, era imposible acceder a varias zonas. Esto nos lleva a saber manejar situaciones de tensión, debido a proyectos anteriores en zonas de conflicto sabíamos algunas nociones de saber estar, perfil bajo y aguantar hasta llegar a una negociación que nos permita avanzar. En cuanto a lo emocional, acceder a prostíbulos de menores de edad es una cosa terrible, a mí me ha marcado para siempre.

¿Cómo contribuye la banda sonora de Arturo Cardelús a intensificar el impacto emocional del documental?

Carlos: Arturo estaba en el proyecto desde el inicio, su increíble capacidad de mezclar la alta composición con lo emocional era el punto que buscábamos para acceder a la emoción sin manipular la realidad. El sonido está muy trabajado y depurado, hemos trabajado muchísimo con el sonido directo, fue un gran problema el sonido directo porque no es fácil, pero era la apuesta, conseguir el sonido real y trabajarlo. El sonido de un pájaro silbando cuando Charlotte sufre un ataque de migraña por el golpe en la violación, es totalmente directo. Eso es lo que buscábamos en cada plano sonoro.

¿Qué mensaje esperáis que se lleve el público tras ver «Semillas de Kivu»?

Néstor: Queríamos lograr que el impacto emocional fuera incontestable para gritar que esta zona merece ya justicia. Que son 200 años donde la colonización no deja de reinventarse y que las consecuencias son solo locales. Esta zona merece justicia. ¿Qué más se necesita?

Carlos: Ya están actuando instituciones internacionales de gran peso que van a colaborar con el corto. La intención es que consigamos que se vea y ojalá alguien sienta algo importante que se deba hacer allí.

¿Creéis que la narrativa audiovisual es la herramienta más poderosa para abordar conflictos silenciados como el del Congo?

Carlos: No sé si la más poderosa, pero desde luego es una herramienta comunicativa, y tiene un gran poder. Aún así, es la que sabemos hacer, es nuestro oficio.

Por último, si pudierais volver al inicio del proyecto, ¿harías algo diferente?

Néstor: Muchas cosas, ¡pero soy cineasta! Siempre pienso eso de mis proyectos, cambiaría casi todo, es defecto profesional. Lo que sin duda no cambiaría es el mensaje y la idea del corto, eso es un gran orgullo, y tampoco cambiaría las escenas que nos encontramos allí sin preverlo, estar abierto a todo es algo que jamás cambiaría.

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